La confianza y el respeto son esenciales en la construcción de relaciones entre los programas de refugio basados en la comunidad y las personas sobrevivientes. Proteger la privacidad de las personas sobrevivientes es una forma en la que las personas intercesoras se pueden ganar la confianza de las personas sobrevivientes, pero de una manera que esté centrada en ellas y que también esté informada por el trauma. La curación sólo es posible cuando los programas de refugios crean espacios seguros y privados para las personas sobrevivientes. 

El uso de videovigilancia dentro de los refugios no es una práctica informada sobre el trauma ni centrada en la persona sobreviviente. La videovigilancia es una táctica habitual de los agresores para controlar, acechar, hostigar y aterrorizar a las personas sobrevivientes. Para los programas de refugio, emplear la misma táctica erosiona la confianza y repite las experiencias vividas de daño. La videovigilancia puede imposibilitar que algunas personas sobrevivientes tengan alguna sensación de confianza, seguridad o curación. 

A pesar de la necesidad de que los refugios sean espacios privados y seguros, algunos programas han optado por utilizar la videovigilancia para controlar los espacios interiores, como las zonas comunes. Las razones aducidas incluyen: mediar en disputas entre residentes, controlar la medicación que se encuentra bajo llave, hacer cumplir los toques de queda u otras normas del refugio y, en general, mejorar la seguridad (percibida). Cada una de estas razones apunta a un problema que el programa ha identificado y que necesita alguna solución. Sin embargo, la videovigilancia interior no es una solución adecuada para cualquier problema. 

La videovigilancia interior no mejora la seguridad; no existen pruebas de que la videovigilancia interior reduzca o evite el número o la gravedad de los incidentes relacionados con la seguridad en los programas de los refugios. Las grabaciones de vídeo solamente pueden utilizarse para hacer cumplir las normas, de forma reactiva tras un incidente mediante la recopilación de pruebas. El supuesto efecto disuasorio de la vigilancia se basa en la creación de un miedo abstracto a ser observado. Los espacios vigilados no son lugares de curación; son lugares en los que hay que tener cuidado. Además, el uso de la videovigilancia interior coloca al personal de los refugios en el papel de personas encargadas de hacer cumplir las normas, además o en lugar de sus importantes funciones como facilitadores de la curación y como personas intercesoras. 

Por último, existe un riesgo sustancial de que las prácticas de vigilancia puedan hacer que se infrinjan las obligaciones de confidencialidad de una agencia en virtud de las leyes locales, estatales o federales correspondientes. Las posibles contravenciones podrían incluir incumplimientos de las obligaciones legales de confidencialidad de la VAWA, la VOCA y la FVPSA, así como de las obligaciones de confidencialidad de cualquier personal del refugio que cuente con una licencia profesional. 

La vigilancia frente a la seguridad 

Si bien la videovigilancia interior no es una práctica adecuada, la videovigilancia exterior de las instalaciones del programa puede tener ventajas limitadas. La videovigilancia exterior instalada adecuadamente puede mejorar la percepción de seguridad, tanto de las personas sobrevivientes como del personal del refugio, o disminuir la ansiedad del personal responsable de asegurar las entradas de las instalaciones.  

La videovigilancia exterior también puede crear riesgos para la privacidad y la confidencialidad, y puede disuadir a algunas personas sobrevivientes y comunidades de buscar ayuda. Al igual que con cualquier otra tecnología, hay que sopesar los pros y los contras y, si se utiliza, debe hacerse con cuidado. Para obtener más información sobre el uso de dispositivos de vigilancia externa, consulte Videovigilancia externa: Consideraciones para minimizar los daños.